Comparto
con todos vosotros el reportaje que me hicieron en la firma de “Esta
noche volveré a buscarte”, de Ediciones Carena, en la villa de
Quiroga, en la provincia de Lugo.
Comparto con todos vosotros la entrevista que hice en Gestiona Radio, en el programa "Las Cosas de la Vida", con la periodista Esmeralda Marugán, espero que os guste:
Comparto
con todos vosotros este vídeo que me hizo Loli Álvarez sobre mí
como escritor y de diversos momentos disfrutando con mi último libro
“Esta noche volveré a buscarte”, de Ediciones Carena.
Espero
que os guste,a mí me ha encantado. Gracias Loli por este detallazo.
“...nos identifiquemos hasta confundirnos con esos
personajes tan cercanos y los días se nos vayan dibujando como
nuevas páginas de la obra viva que Luis Anguita va escribiendo en el
alma de cada lector...” Cuando un maestro y un amigo al que admiro
profundamente escribe esta crítica sobre mi literatura, sólo puedo
decirte gracias por tu amistad, gracias por sentir que mis libros
pueden aportar en esta sociedad en que vivimos. Gracias amigo José
Membrive.
El arte en general y la literatura en particular
aportan una mirada global que integra y armoniza el bienestar
corporal con el afectivo y espiritual. Los artistas son los
visionarios que captan los sueños colectivos, los temores, las
ilusiones…
La recuperación de la mirada global está
relacionada con la recuperación del arte como elemento esencial en
la vida humana. Al fin y al cabo es lo único que nos diferencia de
los animales. Tomarse tan en serio nuestra dimensión afectiva como
la material, es la única manera de afrontar una salida airosa del
marasmo en el que nos hallamos inmersos.
Y esto es precisamente lo que plantean los personajes
de las novelas de Luis Anguita: su dignificación sentimental, su
derecho a sentir limpia y libremente, a vivir conforme a su vocación,
a su ética. En dar el paso más decisivo que al ser humano le es
dado tomar: constituirse en líder de su propia vida.
Luis baja a las profundidades del alma social y capta
la raíz profunda del malestar: los personajes quieren incorporar sus
derechos afectivos, reconquistar su continente afectivo y darle el
peso que requiere, dejando de concebirse a sí mismos como meros
instrumentos laborales.
Este es el núcleo del vivir y del sin vivir de sus
personajes: descolgarse de la trampa del economicismo degradante.
Tal vez sea por eso por lo que triunfa como escritor.
Ellos no se conforman con un pesebre más o menos
abastecido, quieren desarrollarse en plenitud y esta transformación
que experimentan se traslada a quienes los rodean, de manera que se
conforma un nuevo ámbito de relaciones en donde los afectos son
precisamente las palancas que resucitarán, que engrandecerán a los
personajes. Y ahí precisamente radica su capacidad de seducción y,
al mismo tiempo, de sedición, de rebeldía.
Estaríamos hablando de una insurrección afectiva en
donde lo que ahora se presenta como esencial (la economía y el
número de dígitos de la cuenta corriente) pasa a ocupar un segundo
plano. Y esto, a juzgar por la reacción de sus lectores, parece ser
una necesidad universal en los tiempos que corren, por eso es tan
común que, durante la lectura, nos identifiquemos hasta confundirnos
con esos personajes tan cercanos y los días se nos vayan dibujando
como nuevas páginas de la obra viva que Luis Anguita va escribiendo
en el alma de cada lector.
Se trata de una revolución silenciosa, centrada en
el corazón interno, cuya novedad es que está impulsada por una
fuerza afectiva, creadora opuesta a la de las violentas y
destructoras revoluciones al uso.
Los maestros no crean discípulos, sino que siembran
la semilla de otros maestros. Y eso ocurre con Luis Anguita: solo que
la sabiduría transformadora va anidando poco a poco a poco en sus
lectores, sin más doctrina que el intento de vivir en plenitud.
Estamos ante una literatura que incorpora los
sentimientos que nos hace vibrar, sin caer en el sentimentalismo,
porque, al mismo tiempo permanece muy anclada a la realidad y al
proyecto ético, coherente, de una vida acorde con la armonía y
coherencia ética que, suave pero constantemente, nos exige esa voz
interior, literaria, que todos llevamos dentro.